Siempre creí que había una sola clase de prisión, y que esa prisión era el zoonosis.
Hoy comprendo que la miseria, y la pobreza, la calle y la falta de oportunidades, es otra clase de prisión, porque sólo se sale con ayuda, como de las jaulas....

Memoria

Memoria
Perritos de Villegas
Fundación Perritos de Villegas para la defensa del animal abandonado
Entidad sin fines de lucro.
Resolución 0001151

BUENOS AIRES. ARGENTINA

jueves, 7 de octubre de 2010



El color del trigo

- Buenos días -dijo el zorro
- Buenos días -respondió cortesmente el principito
- Ven a jugar conmigo -le propuso el principito- ¡Estoy tan triste!
- No puedo jugar contigo -dijo el zorro- No estoy domesticado
- ¿Qué significa "domesticar"?
- Es una cosa demasiado olvidada -dijo el zorro- Significa "crear lazos"
- ¿Crear lazos?
- Si -dijo el zorro- para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para tí único en el mundo...
- Mi vida es monótona, cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves, allá, los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de tí. Y amaré el ruido del viento en el trigo...

El zorro calló y miró largo tiempo al principito.

- ¡Por favor...domestícame! -dijo
- ¿Qué hay que hacer? -dijo el principito
- Hay que ser muy paciente -respondió el zorro- Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca...


Al día siguiente volvió el principito.

- Hubiese sido mejor venir a la misma hora -dijo el zorro- Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón...Los ritos son necesarios.

Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de la partida:
- ¡Ah!... -dijo el zorro- Voy a llorar
- Tuya es la culpa -dijo el principito- No deseaba hacerte mal pero quisiste que te domesticara...
- Si -dijo el zorro
- ¡Pero vas a llorar! -dijo el principito
- Si -dijo el zorro
- Entonces, no ganas nada
- Gano -dijo el zorro-, por el color del trigo.

Luego agregó:
- Ve y visita nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Y cuando regreses a decirme adiós, te regalaré un secreto.
El principito fue a ver nuevamente a las rosas:
- Ustedes no son de ningún modo parecidas a mi rosa, ustedes no son nada aún – les dijo. – Nadie las ha domesticado y ustedes no han domesticado a nadie. Ustedes son como era mi zorro. No era más que un zorro parecido a cien mil otros. Pero me hice amigo de él, y ahora es único en el mundo.
Y las rosas estaban muy incómodas.
- Ustedes son bellas, pero están vacías – agregó. – No se puede morir por ustedes. Seguramente, cualquiera que pase creería que mi rosa se les parece.
Pero ella sola es más importante que todas ustedes, puesto que es ella a quien he regado. Puesto que es ella a quien abrigué bajo el globo. Puesto que es ella a quien protegí con la pantalla. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres para las mariposas). Puesto que es ella a quien escuché quejarse, o alabarse, o incluso a veces callarse. Puesto que es mi rosa.
Y volvió con el zorro:
- Adiós – dijo...
- Adiós – dijo el zorro. – Aquí está mi secreto. Es muy simple:
sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. 

El Principito (1943) , novela de Antoine de Saint-Exupéry.

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